jueves, 10 de mayo de 2007

Espejos: Un texto anfibio según Humberto

En la noche, luego de un día ajetreado moviéndome en las calles averiadas, polvorientas por un Metrocarma, lavo mi rostro de los rastros de ciudad, que lejos de ser la solución a las necesidades que enfrentamos, ahonda más la brecha entre el asumirnos más allá de nuestro propio y privado ser.

Mirándome en el espejo he descubierto que nos deleitamos observando los contornos del rostro y esas imperfecciones que intentamos ocultar con el peinado, las barras base, giros calculados plus una sonrisa de sección fotográfica.

Las y los que intentamos profundizar, desvalorizando tal vez un poco la carne, viajamos en espiral a través del iris hasta llegar a ese rincón donde nuestras inseguridades y miedos flotan.

En el momento en que ocurre esto, olvidamos lo que hay detrás y cada lado de nosotros y a los otros; nos olvidamos incluso de lo que está delante: El espejo.

Ahora me pregunto, ¿qué realmente nos muestra el espejo?; y lo que nos muestra ¿Realmente concuerda con lo que optamos mirar?.

He descubierto que la ciudad está llena de espejos, que la ciudad misma es un espejo. Esto me lleva a la conclusión de que creyéndome fuera, estoy dentro de él, soy parte de. Y el reflejo es su función: Mostrarnos una réplica de lo qué está ahí con ligeros cambios que invitan a leer las imágenes. Es como jugar a encontrar las 7 diferencias, sólo que esto no es un juego.

Ando, cruzo las calles, espero el cambio de luz del semáforo, “ignoro” el psss mami, rubia, rubéola, chula, menor…ven pa’ ca a enseñarte lo que es un hombre de verdad, e infinitas frases más. Y conmigo me acompañan sin serlo, un mar de gente, caminando en las posibles y creativas direcciones hacia lugares que talvés he visto pero no conozco y/o viceversa. Si, viceversa.

Ese mar de gente que me acompaña y acompaño está sordo, ¡Nos hemos quedado sordos y sordas!. Hemos elegido la sordera como modos operandi para evitar ser ultrajadas y ultrajados de nuestra integridad. Nos tememos unos con otros. Los escasos gestos de amabilidad, le ponemos el sello de la duda, y en seguida la señal de alto se vislumbra, ante la posibilidad de dobles intensiones. ¿Qué querrá? ¿Lo más seguro quiere asaltarme o violarme?, ¡Jum ese actitud tiene cocorícamo!. O, en cambio, la sorpresa de encontrar a alguien honesto y solidario que nos deja sin elementos para responder, ¡Que Miedo! . Entonces suena el pito: Huyamos por la derecha, tio… Lo que lleva a tomar en consideración que hemos asumido cualquier tipo de acercamiento como una advertencia de peligro.

Optamos por no escuchar e interactuar con lo otro en nombre de lo cool-chic y alternativo. Intentamos fantasmear para no estar tan pendientes de nuestra miseria. Buscamos más ruido, el melódico y pegajoso; ¡é ma’ lo que sea que nos brinde sensaciones fuertes!, tratando de exprimirle la felicidad con la que no contamos.

¿Pero qué es lo que nos da la felicidad de todos modos?...Hay quienes la relativizan para así justificar la construcción de islas personales

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